
Hoy, recordamos el natalicio de Adriana Bórquez Adriazola, quien nació un lunes 13 de enero de 1936 en Osorno. Su vida estuvo marcada por una pasión inquebrantable por la literatura y un compromiso férreo con la justicia social. A través de sus palabras y su lucha, Adriana se convirtió en un símbolo de resistencia y humanidad frente a las adversidades más crueles de nuestra historia reciente.
Desde niña, Adriana mostró una inclinación hacia las letras, publicando su primera obra a los 12 años en la Revista Eva. Este fue solo el inicio de una prolífica carrera que combinaría poesía y prosa con un activismo que marcó profundamente a quienes tuvieron el privilegio de conocerla.
Una Vida de Compromiso
Adriana no solo escribió desde la imaginación, sino también desde la realidad más dura. En los años sesenta, en un contexto de creciente injusticia social, ella se alzó como una defensora de los derechos humanos. Refugiando a perseguidos por la dictadura militar, Adriana sacrificó su seguridad personal, siendo detenida en 1975 y trasladada a los centros de tortura de «Colonia Dignidad» y «La Venda Sexy».
A pesar de las torturas y amenazas, su espíritu no se quebrantó. Liberada bajo condiciones inhumanas, logró escapar a Inglaterra en 1976, llevando consigo el dolor de la separación de su familia. Desde el exilio, continuó denunciando los crímenes de la dictadura, transformando su dolor en un acto de resistencia y memoria.
Escritura como Resiliencia
Adriana encontró en la escritura una forma de sanar, de resistir y de dar voz a quienes no la tenían. Su poesía y narrativa cargan el peso de una memoria colectiva que busca justicia y reconciliación. En sus textos, la belleza de la palabra se mezcla con la crudeza del pasado, creando un legado que conmueve e inspira.
Sus poemas, como “Setenta y cuatro años cumplidos” y “27 de febrero, 03:34 A.M.”, reflejan su capacidad para encontrar humanidad incluso en las experiencias más desgarradoras. Adriana escribió para recordar, para denunciar y para enseñar a las futuras generaciones la importancia de no olvidar.
27 de febrero, 3:34 am
Desde la profundidad de la tierra
viene galopando el espanto,
envuelto en pesado manto de espuma
viene de la entraña maldita,
sacudiendo despiadado
el sueño desprevenido
de un pueblo olvidado
de su atávico norte de bondad.Se unen el Pillán iracundo
y la Pincoya vigilante
para despertar la conciencia,
individualista e indiferente,
de los tentáculos perversos
de la global modernidad.Brama el Pillán en su furia,
aplastando, arrasando,
golpeando, matando,
dejando tras sí sólo dolor.
Se alza la Pincoya
en su trono de rocas,
vestida de huiros,
y envía a Neptuno
a sumergir los odios,
la codicia, la envidia.
Lava con sangre y con sal
las almas, purificándolas
en la turbulencia del mar.
La Pincoya se cobra
del fruto abusado.Los inocentes se aferran
desesperados a la vida,
pagando con creces
la culpa de otros,
la tierra se estremece de furia
la luna redonda contempla
impávida y argenta
el tumulto a sus pies,
alumbrando el horror
de la espeluznante
noche estival.Con truenos cruentos
se desploma el universo convulso,
enloquecido de pavor.
El estruendo crece, crece, crece…
se introduce en la carne,
rasga la mente,
ciñe el aire de los pulmones,
retuerce las vísceras,
ensordece la razón,
seca la garganta,
desorbita el corazón.
El mundo se ha convertido
en un pelele espasmódico.Los segundos se estiran, estiran…
Suspendidos en el terror
el fragor de la venganza
de dioses nefandos
se va aquietando
en medio de estremecimientos.
Hay obscuridad, hay frío,
hay estupefacción y temblor
en la conciencia y en la piel.Se estrechan las manos,
se abren los brazos para acoger,
se enjugan lágrimas,
se susurran consuelos.Los humanos vuelven a ser hermanos.
Por unas horas, por unos días,
olvidaremos ambiciones,
intereses y celos,
nos importará el otro,
compartiremos el pan y la sal,
tu hijo será mi hijo
tu herida será la mía
y lloraré contigo
y sonreiremos juntos…
hasta que comiencen a borrarse
la impotencia y el miedo compartidos
y volvamos a ser indiferentes
y ajenos.La soberbia volverá a imperar
sobre la humildad…
hasta que otra noche
el planeta nos remezca
nuevamente.
Un Legado Vivo
Hoy, celebramos a Adriana no solo como escritora, sino como un ejemplo de fortaleza, optimismo y amor por la vida. En cada palabra que dejó, Adriana nos enseña a mirar el pasado con valentía y a construir un futuro más justo. Su legado, compilado en libros como Réplicas, poesía desde el epicentro, sigue iluminando las conciencias y alentando a quienes luchan por un mundo mejor.
Adriana Bórquez Adriazola no solo vivió, sino que trascendió. En su memoria, recordamos que la vida, como ella decía, es bella y merece ser vivida, incluso frente a la adversidad. Hoy, a 87 años de su nacimiento, rendimos honor y gloria a una mujer cuya vida fue poesía y cuya poesía fue un acto de amor y resistencia.
Setenta y cuatro años cumplidos
El tremolar del canto
de sapos, grillos y brisa,
forma una orquesta jubilosa
de cascabeles nocturnos.La luna se enseñorea
por los prados estrellados
y las galaxias giran lentas
por el espacio infinito.¡Qué hermosa es la noche
para cantarle al amor,
cuando el resto supone
que ya no sabemos amar!Detenida a la vera del mundo,
vigilo el paso de cronos:
escapan los segundos
y desaparecen las horas.Se me confunden los días,
no importan los meses,
los años huyen;
la vida se acerca a su fin.Me he liberado del tiempo,
y de la ajena mirada;
aprendí a reír sin mesura,
a querer sin falso pudor.Se lo debo a miles de lunas,
al tránsito impertérrito
por el largo camino,
y a la sabiduría que da la vejez.Por eso es que el canto
de la noche de enero
es melodía orquestada
palpitando en el corazón.